Ahí estabas

Llegue mientras las hojas caían a mis espaldas tal lagrimas recorriendo mis mejillas, pero esas hojas ya estaban secas, marchitas, desechas… mi cuerpo también.

Llegue y encontré una cordillera nevada que me recibía con sus brazos abiertos, pero cerrando la puerta tras mi pasó… mi corazón se cerraba con ella.

Llegué viendo al hermano extraviado, el cariño perdido, el abrazo ensoñado, la sonrisa esperanzadora. Viendo todo lo que ya no hallaba en mi desierto defraudado.

Llegué y ahí estabas, con tus dudas, con un quinteto de años agobiando tu espalda, con una sonrisa bosquejada en tus labios, mas con manantiales desbordando tus pupilas.
Y ahí estabas, esperando ser rescatado, esperando rescatar, esperando ser amado, esperando amar.

Reuniste cada trozo de las hojas marchitas de mi cuerpo con suma paciencia.
Lograste hallar la llave exacta que abriera la caja rota de cristal que moraba en mi interior, creando en ella un palacio.
E hiciste de mi hermano, el tuyo, la alianza perfecta para que volviera a sonreír… posado en tus labios.

¿Temor? Claro que tememos, al cielo, al sol, a la tierra, a la luna, sobre todo a esa profana luna
¿Esperanzas? Claro que tenemos, ya que el cielo sigue siendo infinito, el sol prosigue su rumbo, la tierra continúa girando, y la luna sigue iluminando a cuanto amante se adueñe de ella.
Tememos mas aun, igual nos esperanzamos, empero te propongo algo, vivamos, puesto que cuando llegue ya me esperabas.

Llegué para descubrir que la vida nos entrega una segunda oportunidad, siempre que lo hagamos tomados de las manos.